Era una herida que parecía ser inofensiva
aunque no paraba de salir sangre trataba de limpiarme con mi camiseta y hacer
algo de presión luego de un mes cicatrizó completamente. El tiempo pasa rápido y precisamente recuerdo
aquella herida que tuve.
Fue un martes por la tarde
acababa de salir del control médico mensual era hora pico donde todo el mundo
sale a tomar el transporte para sus casas el tráfico altamente congestionado y ver
tanta gente en esos buses rojos. Opte por caminar, esperar a que el tiempo pasara
para subir al transporte un poco menos congestionado reflexionado sobre todo y
nada.
Camine varias cuadras hacia el
centro, mi mirada se detiene a una persona con un costal al hombro se le cae
una botella de plástico. La levanté del suelo y se la entregue en su mano,
alcanzó a percibir que era una señora muy delgada, cansada me dio las gracias
aprovechando también en pedirme algo de tomar. Resulte comprando dos latas de SPEED
energizantes. Al terminar ella me agradece
por lo compartido.
Por lo general las personas que
reciclan habitan la calle y esta no era la excepción su figura era chupada por el
consumo de drogas algo que le pregunte pero ella negó. Aunque negara su consumo para mí era algo fácil
de descifrar no sólo al ver sus manos sino en las incoherencias que decía en la
conversación. Se me ocurrió acompañarla al centro de acopio de reciclaje, algo
lejos pero decidí cargar el costal con ella varias cuadras.
Estuve caminando cerca donde era
mi anterior trabajo la ACJ Asociación Cristiana de Jóvenes – estuve trabajando
en el programa de familias con bienestar y se sector era muy conocido para mí. Tal vez por pena o vergüenza prefirió decir
que no consumía. La gente que pasaba por nuestro paso me miraba con asombro al
ver que yo le cargaba su costal de reciclaje pero también sentía la
indiferencia de las personas en el recorrido. El desprecio que viven las
personas que reciclan es grande.
Al llegar totalmente agotado con
la Señora estuvimos seleccionado por aparte el vidrio, el papel y el plástico por
todo lo que estuvimos cargado quede impactado por lo poco que la señora recibió
por ese material 4.000 pesos equivalentes 2 dólares que por lo general
invierten en el consumo de drogas ya que por lo general la gente les regala
comida y poco les interesa salir de esa condición.
Cuando estuve organizando las
botellas me corte con el filo del pico de una en un dedo de mi mano izquierda la
sangre comenzó a brotar sin parar. La señora se sentía agradecida y apenada por
la compañía. Al cerrar la tarde y entrar la noche la invite a ella y a otro
reciclador a comer quienes estaban asombrados pese a que en estos momentos me encuentro
sin trabajo me dio pesar al saber que escarban la basura para encontrar que
comer. No me interesa juzgarlos por su
condición solo sé que Dios proveerá un futuro mejor para quienes compartimos
esa cena de aquella noche.
Es una realidad triste, lo poco
que ganan estas personas con tanto esfuerzo es para suplir su vicio seres
humanos con diferentes historias una sociedad indiferente que pasa por un lado
de aquellos invisibles. Al llegar a casa me lavo la herida tratando de desinfectarla y esperar a que
cicatrice.